Quien haya nacido entre besos que se ponga de pie, que alce la copa de los afectos y cuidados y la proteja hasta el final. Porque este regalo es una gran fortuna que pocas veces valoramos: cuando lo recibimos estamos muy lejos de entender la inmensa suerte de haber cumplido nuestros primeros años en un entorno lleno de amor en el que hemos podido formar unos vínculos afectivos seguros.
Los recién nacidos son capaces de oler amor, bondad, rechazo…es por eso que ya en el primer año de vida ya prefieren estar acompañados de unas personas y no de otras. Incluso antes de dar sus primeros pasos, el pequeño ya empieza a relacionarse con las emociones y a poner los primeros pilares de lo que será su desarrollo emocional: un proceso fascinante en el que se verá inmerso durante toda su vida. Uno de los primeros hitos de este desarrollo será crear los primeros vínculos afectivos.
Si nos paramos a pensar, probablemente reparemos en que bebés y adultos no somos tan diferentes a la hora de elegir a nuestras personas favoritas y crear vínculos afectivos con ellas. La explicación parece sencilla: aprendemos a discriminar entre quienes que nos tratan bien y nos aportan bienestar y quienes no podemos esperar nada de ellos.
Varios estudios mantienen que los vínculos afectivos son fundamentales para un bebé. Por ejemplo, el experimento de Harlow muestra que la privación de respuestas maternas provoca problemas en el proceso de desarrollo y aprendizaje de los niños. Estos problemas van desde dificultades en el crecimiento de los pequeños hasta problemas emocionales.
Este lazo se construye cuando los padres aportan al niño una serie de cuidados duraderos que van más allá de satisfacer las necesidades básicas, como cubrir una alimentación o proporcionar un techo. Hablamos de apoyo, protección, bienestar, contacto físico, cariño, amparo en situaciones de malestar etc.
No se debe subestimar la agudeza emocional de los bebés, pues es durante sus primeros años de vida cuando comienzan a organizar minuciosamente todas sus experiencias sociales; digo minuciosamente porque no pierden detalle de todo lo que observan a su alrededor, absorbiendo todas las diferencias que encuentran y manifestando preferencias frente a estas.
El bebé se desenvuelve en el mundo es a través de sus sentidos: el tacto, el olfato, el gusto, la vista y el oído son sus armas vitales de aprendizaje y que le sirven para relacionarse con papá y mamá y con todo su entorno. Sus canales de pensamiento complejo todavía no están abiertos y su forma de interactuar tiene mucho que ver con los impulsos.
De manera innata, los bebés tienen preferencia por la voz humana. Así, cada vez que escuche la voz de sus figuras de apego varias partes de su cerebro se activarán y comenzarán miles de conexiones necesarias para el proceso de desarrollo.
Por otro lado, los bebés responden rápidamente al contacto piel con piel y al contacto visual. Los dos actúan como relajantes naturales para ellos, al mismo tiempo que favorecen el crecimiento físico y el desarrollo óptimo general del neonato.
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